Buenos Aires, 12 Nov. 10 (AICA)
En este contexto, el afiche publicitario elaborado por la Comisión Episcopal de Pastoral de la Salud muestra dos manos sosteniendo a un bebé, con la bandera argentina de fondo y, además del lema, la frase: “Quien recibe a este niño en mi nombre, me recibe a mí”.
El presidente de dicha comisión, monseñor Luis Stöckler, obispo de Quilmes, explica en una carta pastoral que escribió para esta jornada que este año la celebración del Día del Enfermo “quiere responder a la celebración del bicentenario, que nos compromete como ciudadanos y cristianos”.
Recuerda el objetivo propuesto por los obispos argentinos, de “contribuir a erradicar la pobreza y la exclusión” y si bien reconoce que la posibilidad de la Iglesia no consiste en recursos materiales frente a las enormes demandas de familias necesitadas”, sin embargo puede “formar la conciencia de nuestras comunidades, donde entre todos queremos hacer el esfuerzo de superar decididamente las negligencias que son origen de la pobreza”.
El abandono de la infancia: un verdadero delito
Particularmente se refiere al “abandono de la infancia” como a “una de las causas de la pobreza y un verdadero delito”, debido a que “la falta de alimento y atención médica durante el embarazo y durante los primeros tres años de vida causa daños cerebrales irreparables que, a su vez, provocan- si no la mortalidad infantil- un círculo vicioso de otros daños, como la debilidad del sistema inmunológico, una edad mental inferior a la real, la deserción escolar, el analfabetismo funcional, la falta de inserción en el mundo del trabajo, la formación precoz de parejas sin la necesaria preparación; con la consecuencia de no salir del espiral de la pobreza”.
En ese sentido agrega: “La pobreza enferma, y la enfermedad empobrece” y destaca que en las parroquias y capillas “debemos darnos cuenta de que la desnutrición y deficiente atención médica en una comunidad es un indicador de la injusticia social”.
La educación es la clave para salir de la pobreza
Tras plantear a la educación como “la clave para salir de la pobreza”, monseñor Stöckler explica que se trata de una educación “entendida como trato amoroso y respetuoso, de persona a persona, de corazón a corazón”. Y afirma: “El que educa a los padres, especialmente a la madre, educa a la familia. Creemos que nuestras comunidades pueden responder a este desafió- quizás mejor que ninguna otra institución -, para capacitar personas al servicio de las necesidades básicas de la familia y acompañar a los que precisan ayuda”.+
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