domingo, 8 de agosto de 2010

El Grito Silencioso

Extracto del testimonio del aborto realizado por el gineco-obstetra Bernard Nathanson , que después de ser el autor de 75000 abortos cometidos, debió su cambio total y radical, al hecho de que ahora la medicina cuenta con recursos sofisticados con los que se ha logrado penetrar hasta el mundo del no nato y entender, a ciencia cierta, QUE EL FETO ES UN SER HUMANO COMPLETO, CUYO CORAZÒN LATE, POSEEDOR DE ONDAS CEREBRALES COMO LAS QUE CUALQUIER INDIVIDUO PENSANTE, CAPAZ DE SENTIR DOLOR FÌSICO Y REACCIONAR CON EMOCIONES DE TRISTEZA, ALEGRIA, ANGUSTIA O IRA.
“Comenzaron a verse escenas asombrosamente realistas filmadas en el interior del útero de una mujer, usando micro cámara de video. Destacaban con increíble nitidez la fisonomía del pequeño, sus pies, sus ojos, su boca, u posición encorvada, su piel suave y delicada. Las imágenes no dejaban duda alguna que entre ese “producto” y un ser humano completo, con garantías individuales y protegido por las leyes, no había ninguna disimilitud dramática, excepto el tamaño.El feto flotaba en su ambiente acuoso, jugueteando con el cordón umbilical, luego se llevó un pulgar a la boca. Succionando su dedo, tragó un poco de líquido amniótico. Le sobrevino un ataque de hipo. Sintió la mano de su madre que sobaba el vientre. Pateó la mano.Percibió la risa de su mamá como un rumor sordo. Notó como ella le devolvía el golpecito y volvió a patear. Al poco rato perdió interés en el juego y se quedó dormido.El doctor Nathanson mencionó que en la actualidad puede considerarse al nonato como un paciente más, y que la ética elemental dicta al médico preservar la vida de sus pacientes.-Ahora veremos por primera vez – dijo -, a través de modernos aparatos, lo que hace el aborto a nuestro pequeño paciente. Presenciaremos lo que ocurre dentro de la madre, desde el punto de vista de la víctima.La operación comenzó.Alternativamente se veían las imágenes de cuanto realizaban los médicos fuera y lo que pasaba adentro.El abortista colocó el espéculo en la vagina de la mujer para abrirla y visualizar el cuello uterino. Insertó el tenáculo y lo fijó. Midió con una sonda la profundidad del útero y aplicó dilatadores hasta que el camino estuvo listo para introducir el tubo succionador. Mientras, en la pantalla se veía al feto moverse normalmente, serenamente; su corazón latía a 140 por minuto; estaba dormido, chupándose el pulgar de la mano izquierda. Repentinamente, despertó con una simultánea descarga de adrenalina. Había percibido algo extraño.Se quedó quieto, como si agudizara sus sentidos para entender lo que estaba sucediendo afuera.El aparato ultrasónico captó la imagen de la manguera succionadora abriéndose paso a través del cuello con movimientos oscilantes, hasta que se detuvo tocando la bolsa amniótica. Entonces la enorme presión negativa (55 milímetros de mercurio) rompió la membrana de las aguas y el líquido, donde flotaba el niño, comenzó a salir. En ese preciso instante, el pequeño rompió a llorar. Pero su llanto desesperado y profuso no pudo oírse en el exterior. Inició giros rápidos tratando de huir desea cosa extraña que amenazaba con destruirlo. Su ritmo cardiaco sobrepasó los 200 latidos; siguió llorando, su boca se movía dramáticamente y hubo un momento en el que quedó totalmente abierta. Los aparatos detectaron un grito que nadie pudo escuchar. Los violentos movimientos del bebé provocaban que se saliera constantemente de foco. Pudo observarse a la perfección la forma en que trataba de escapar, convulsionándose para evitar el contacto con el tubo letal, pero su espacio era reducido y el agresor llevaba toda la ventaja.Finalmente, la punta de succión se adhirió a una de sus piernitas y ésta se desprendió de un tajo. Mutilado, siguió moviéndose cada vez con menor rapidez en un medio antes líquido y ahora seco. La punta del aspirador trató de alcanzarlo otra vez; los médicos la introducían buscando a ciegas; les daba lo mismo arrancar otra pierna, un brazo o parte del tronco; para esa parte del proceso no existe ningún procedimiento técnico. El niño seguía llorando en una agonía impresionante. El tuvo volvió a alcanzarlo, esta vez enganchándose en un bracito que también fue desprendido. Negándose a morir, el cuerpecito desgarrado siguió sacudiéndose. La manguera jaló el tronco tratando de arrancarlo de la cabeza. Al fin lo logró. El desmembramiento fue total.Entre el abortista y el anestesista se utilizaba un lenguaje en clave para ocultar la triste realidad de lo que estaba sucediendo.-¿Ya salió el número uno? – preguntó el anestesista refiriéndose a la cabeza.Ésta era demasiado grande para ser succionada por la manguera, de modo que el abortista introdujo los llamados fórceps de pólipo en la madre. Sujetó el cráneo del pequeño y lo aplastó usando las poderosas pinzas. La cabeza y el encéfalo, explotaron como una nuez. Los restos fueron extraídos minuciosamente. El Recipiente del succionador terminó de llenarse de los últimos fragmentos de sangre, hueso, y tejido humano del bebé recién abortado.La embarazada que había permitido la filmación era una activista de los derechos de la mujer. Cuando vio la grabación quedó tan impresionada y triste que se retiró de su grupo para siempre. El médico que practicó la operación era un joven que, a su edad, había realizado más de 2000 abortos. Cuando pudo observar con los modernos aparatos lo que sucedía realmente en el interior de la madre, se retiró de su actividad con un gran remordimiento.Extracto del libro, Juventud en éxtasis, Carlos Cuauhtémoc Sánchez, “El Aborto”Presentado por: Dr. Bernard N. NathansonSacado con permiso de Copyright. 1984

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